jueves, 30 de diciembre de 2010

Balance

Había llegado el fin de año y era el momento de hacer balance y de plantearse el año nuevo.
Repasó mentalmente cómo había transcurrido el año que finalizaba: doce muertos, no trece, muchas horas de guardia, bien llevadas, pero guardias, al fin, siempre pendiente de la policía. Había tenido alguna amenaza, pero eso ya no le preocupaba, con su trabajo era normal y hacía tiempo que se había acostumbrado a no hacerles caso. Hubo años duros, es cierto, cuando era más joven y sobre todo en otros lugares donde su trabajo llevaba implícito un gran riesgo; pero ya no. Los delitos se sucedían ahora con una rutina casi predecible y la costumbre hacía el resto. Lo que seguía produciéndole un gran malestar eran los asesinatos, pero no podía evitarlos y todos los años tenía que cargar con unos cuantos.
Para el año siguiente sólo quería pedir acierto con las víctimas, sobre todo con aquellas que le producían una repulsión inevitable.
Se levantó, cogió el sombrero, colgó la gabardina de su antebrazo y salió.
- Adiós señoría, feliz año - le dijeron los funcionarios del juzgado.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Tradiciones

Se acercó a la ventana como cada noche para bajar la persiana; en el parque que había delante de su casa, en uno de los bancos, vio a la pareja de inmigrantes que desde hacía varios días pasaba las noches a la intemperie. Ya habían traído los cartones y los habían dispuesto como un lecho improvisado que pretendían les protegiera del frío de la noche.
Eran los día más crudos del invierno; en los noticiarios había alertado de la ola de frío y de nevadas a nivel del mar y no pudo evitar preguntarse cómo pasaría la noche aquella pareja sin un techo en el que guarecerse del frío.
Pero sólo fue un pensamiento fugaz, pronto su mente regresó a la calidez de su hogar. Estaba contento, un año más la familia se había reunido para celebrar la Nochebuena y había disfrutado todos juntos de una abundante y deliciosa cena. Le gustaban esas tradiciones, y no entendía a los que se empeñaban en eliminar estos símbolos de nuestra cultura y nuestra historia.
Sintió un escalofrío y, distraído con sus pensamientos, se apresuró a bajar la persiana justo en el momento en que la mujer se sentó en el banco al sentir la primeras contracciones del parto.
Apagó las luces del árbol y se dirigió despacio a su habitación. Su rostro se iluminó con una sonrisa: “mañana Navidad”, pensó satisfecho.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Mañana de Navidad

Después de poner a Papá Noel colgando de la ventana la madre de Javier le explicó que este año Papá Noel había estado algo pachucho, nada serio, achaques de la edad, pero que quizás no tuviera fuerzas para subir la bicicleta hasta el octavo piso en el que vivían. Javier lo entendió, pero le parecía injusto que Luis, que vivía en el primero, seguramente recibiría todo lo que había pedido.
Pero no se dio por vencido y elaboró un plan. Convenció a su abuela para que le comprara tres Reyes Magos y los colgó de la ventana, al lado de Papá Noel. Malo sería, pensó, que entre los cuatro no pudieran subir su bicicleta, al fin y al cabo, sólo era un bicicleta de niño.
El día de Navidad, Javier se despertó muy temprano y, sin hacer ruido, fue al salón; al pie del árbol vio dos paquetes envueltos con papel de regalo, pero ninguno lo bastante grande como para que fuera una bicicleta. Se acercó y vio la carta que Papá Noel solía dejarle todos los años. Este año ya sabía leer, así que la abrió y lentamente fue descifrando su contenido: “Querido Javier, ya te habrá dicho tu madre que este año he estado algo enfermo, por eso no he podido subir tu bicicleta hasta aquí, vives muy arriba; pero, si te sigues portando tan bien como este año y estudiando tanto, seguro que el año que viene tendré las fuerzas suficientes para traerte una preciosa bicicleta”.
Javier dejó la carta donde la había encontrado y con el ceño fruncido y los labios apretados para que no se le escaparan las lágrimas fue hasta la cocina, cogió las tijeras, regresó al salón, abrió la ventana y cortó la cuerda que sujetaba a los Reyes Magos. “A ti te salva que has estado enfermo”, le dijo a Papá Noel.
Cuando sus padres se despertaron lo encontraron sentado al pie del árbol, todavía tenía el ceño fruncido y los labios apretados, pero las lágrimas rodaban ahora en silencio por sus mejillas.
- Javier, cariño – dijo su madre -, no te preocupes, ya verás como el año que viene...
- O quizás los Reyes Magos... – dijo su padre, más optimista.
El desconsuelo de Javier parecía ir en aumento.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Llega la Navidad

Terminó de colocar el árbol de Navidad, cogió su teléfono móvil y le sacó una fotografía. Después fue al ordenador y en Facebook consultó los perfiles de sus hijos. El mayor estaba en Brasil, “entre dos aviones”, decía. El pequeño seguía con el mismo estado de hacía dos días: “al pueblo a recargar las pilas”. Cuando lo leyó tuvo la esperanza de que viniera a verlo, pero no le había llamado y supuso que se habría ido al pueblo de su esposa, una buena chica vasca que enseguida le había hecho parte de su propia familia.

Abrió el correo electrónico y escribió: “Como cada puente de la Inmaculada, ya hemos puesto el árbol; este año me ha tocado a mí dirigirlo, porque Julio falleció a finales de verano y yo fui elegido para sustituirlo. Os mando una foto para que veáis lo bien que ha quedado.”

Adjuntó la fotografía y releyó el texto. Negó con la cabeza, le parecía que entre líneas se adivinaba algún reproche. Le dio a descartar y cerró el correo.

Cerró su cuenta en Facebook y abrió la de su mujer, la había creado unos meses después de que hubiese fallecido, le parecía que era una manera de que siguiera viva. Cuando sus hijos se enteraron le hicieron prometer que la cerraría, pero él se limitó a eliminarlos de sus amigos y a restringir la privacidad para que no lo descubrieran.

Subió la fotografía que había hecho del árbol y escribió: “como cada año por el puente de la Inmaculada, a mi casa ha llegado la Navidad.”

Cerró la cuenta y abrió de nuevo la suya, buscó al actualización de su mujer y comentó. Te ha quedado muy bonito, siempre se te dio muy bien decorar el árbol.”

lunes, 6 de diciembre de 2010

Vacaciones

El diablo envió un correo electrónico a Dios: “me voy a tomar un tiempo de vacaciones, cada vez es más difícil encontrar buenas personas a la que corromper y me resulta terriblemente tedioso atender a tantos aficionados que llaman a mi puerta. Como esto siga así acabaré volviendo contigo”.
Dios le respondió: “ya te había dicho que la soberbia es mala, pero que peor aún puede ser la ambición desmedida”

viernes, 3 de diciembre de 2010

Viajero

Casi todos los años le ocurría lo mismo, cuando tenía todo preparado para iniciar su viaje, las temperaturas se desplomaban, los temporales hacían acto de presencia y la nieve cubría el paisaje de blanco, adornándolo para las fotografías y los vídeos, pero dejando las carreteras y los aeropuertos sumidos en el caos.

A pesar del frío y de que eran los peores días para viajar, no tenía más remedio que hacerlo. Apagó las estufas, comprobó por última vez que todas las ventanas estaban bien cerradas y que no dejaba ningún grifo abierto. Apagó la luz, cerró la puerta dando varias vueltas a la llave y subió al trineo que lo estaba esperando en el jardín.

martes, 30 de noviembre de 2010

Voces

La lluvia ya le había empapado la ropa y comenzaba a sentir mucho frío, cuando la voz le dijo “mátalo”. Miró a su alrededor, la calle estaba desierta  y sólo un rectángulo de luz, proveniente de una tienda, se proyectaba sobre la acera mojada. “Debes matarlo”, repitió la voz. Volvió a mirar a uno y otro lado hasta que, de pronto, vio al niño chapoteando en el charco con el paraguas abierto bajo el chorro de agua que caía desde el alero; se reía divertido mientras miraba a hurtadillas hacia el interior de la tienda.
“Mátalo”, oyó de nuevo.

La lluvia había cesado por fin, pero en su interior sentía la desazón de no saber si la próxima vez sería capaz de detenerla una vez más; ni siquiera estaba seguro de que quisiera hacerlo. Era demasiado grande, cada vez mayor, el esfuerzo que tenía que hacer para obedecer las instrucciones de aquella voz.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Filandón 3.0

He recibido un correo de Alberto Flecha en el que informa de una actividad muy interesante y que creo vale la pena difundir para el buen éxito del proyecto. Como no voy a saber decirlo mejor que él mismo, reproduzco el contenido del correo:

Hola amigos.

Después de unos días de durísimo trabajo, el señor Manuel Ferrero y un servidor hemos preparado una actividad similar a la organizada por Pablo Gonz en junio y que tan bien resultó. En esta ocasión vamos a hacerla en nuestra ciudad, León, y será además abierta al público. En un local al efecto vamos a proyectar el blog y se leerán sobre la marcha algunos de los micros que vayan llegando. Durante el resto del tiempo actuarán en directo cuentacuentos y músicos.
Es una actividad completamente nueva, un experimento, así que confiamos en que salga todo bien.



Hemos decidido comenzar mañana con la promoción. Así que si a alguno le apetece colaborar con ella os enviamos el cartel y la dirección del blog que va a soportar la actividad digitalmente. Si queréis podéis poner el cartel en blogs, facebook, twitter... con un link hacia el blog http://filandon30.blogspot.com/

Y este es el cartel del evento.

Filandón 3.0

viernes, 26 de noviembre de 2010

Día internacional contra la violencia de género

Ana Vidal se empeñó en participar en el día contra la violencia de género leyendo unos microrrelatos y pronto nos contagió de su fuerza y entusiasmo. Desde luego, ella hizo todo y los demás nos limitamos a animarla desde la distancia y, en algunos casos, colaboramos con un micro sobre el tema.

Los leyó, nos lo contó y hasta puso a nuestro alcance el podcast con las lecturas.

Creo que estas pocas líneas sirven para definir a una persona. Yo no la conozco, pero ya tengo una cosa muy clara: no me gustaría tenerla como adversaria en ningún asunto.

En fin, como reconocimiento a Ana y a su esfuerzo, empeño y dedicación, aquí dejo los micros y el enlace al podcast con las lecturas de los micros.

martes, 23 de noviembre de 2010

Monstruos

La despertó su aliento de alcohol y tabaco y su cuerpo comenzó a temblar. Ahogó como pudo los sollozos porque no quería que sus hijos la oyeran. Intentaba desvestirse antes de que él le hiciera más daño arrancándole la ropa, mientras él forcejeaba y la insultaba y se enfadaba cada vez más.
La poseyó con violencia, pero ella todavía no sentía el dolor físico, eso llegaría después, ahora se desesperaba con sus gemidos y sus insultos temiendo que los niños pudieran oírle.
El suplicio duró unos minutos eternos, los que tardaron en llegar los golpes y una nueva avalancha de insultos, hasta que, agotado, se quedó por fin dormido.
Se levantó en silencio, se echó por encima lo primero que encontró, se limpió la cara de babas y sangre y se acercó a la habitación de sus hijos con el corazón encogido.
Comprobó aliviada que dormían y regresó a la cama.
Se despertó llena de angustia, estiró con miedo la mano hacia el otro lado de la cama: él todavía no había llegado.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Amor

Rebuscando en los cajones encontró su fotografía. Su corazón dejó de palpitar por un momento igual que le había ocurrido la primera vez que la vio hacía demasiados años.
Todavía recordaba su sonrisa alegre un tanto burlona cuando, después de su primera cita, le entregó esa fotografía diciéndole “para que no te olvides de mí”.
No habían vuelto a separarse. Un largo noviazgo, el matrimonio, los hijos, los primeros nietos. Habían vivido tantos años juntos, tantas cosas juntos, que todavía no sabía cómo se había acostumbrado a vivir sin ella.
Dejó la foto en el cajón y apuntó mentalmente que tenía que acordarse de ponerla en un portarretratos cuando ya no le doliera tanto verla.
Le alarmó un ruido procedente de la cocina y se apresuró a volver junto a su mujer, reprochándose haberla dejado sola.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Medidas contra la crisis

El gobierno había anunciado las medidas de ajuste para luchar contra la crisis y ya había adelantado las dos más controvertidas:

Se limitaría el número de trasplantes de cuerpo a tres por cerebro. La única excepción sería en el caso de políticos en ejercicio o de aquellos que lo hubieran estado durante dos años consecutivos o cuatro alternos. Esta excepción se justificaba en la necesidad de conservar en activo los privilegiados cerebros de nuestros prohombres.

La segunda medida, relacionada con la anterior, sería la eliminación de las ayudas a los trasplantados para la renovación de su vestuario personal. Se pretende con ello, que los afectados procuren escoger cuerpos con la misma talla que el anterior, de modo que no necesiten renovar por completo su vestuario y no se desechen prendas todavía en uso, con el ahorro consiguiente en fibras sintéticas (la mayoría obtenidas de productos derivados del petróleo) y naturales. Medida ésta que se enmarca en las ya adoptadas para una economía sostenible y una reducción de las emisiones de CO2.

Juan cerró el periódico y se acomodó entre los cartones que lo protegían del frío. Dentro de unas horas su compañero de banco le despertaría para que le relevase.
Se durmió pensando que quizás con estas medidas también disminuyese algo el peligro de los cazadores de cuerpos.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Amistad

Hacía varios meses que los años se le habían echado encima de repente. No era tan mayor, pero desde que su inseparable amigo envejeciera de pronto tras una corta enfermedad, que sin ser grave le metió de lleno en la vejez, parecía como si también a él se le hubieran contagiado los años.
Quizás por eso, últimamente no dejaba de pensar que su vida y la de su amigo estaban unidas por algún invisible conducto que les hacía correr la misma suerte y había llegado a convencerse de que cuando a su amigo se le agotara la vida también él perdería la suya.
Le quedaba poco tiempo, lo sabía. Además de las confidencias de su amigo, notaba cómo sus paseos se alargaban en el tiempo y se acortaban en las distancias recorridas. Sólo tenía que mirarlo a los ojos para ver en lo más profundo de ellos lo que ya se iba manifestado sin remedio en el exterior.
Pero no le preocupaba terminar su vida unos cuantos años antes de lo esperado para acompañarlo en el paseo definitivo. Mejor eso que la calle o un albergue para perros abandonados.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El paquete


Llegó a casa con el paquete, impaciente por saber su contenido. Pesaba poco, era pequeño, cuadrado y, debajo del vulgar papel marrón de embalar, notaba algo duro, plástico o madera; por el peso, seguramente sería de plástico.
El cartero había dejado la nota en su buzón esa mañana, mientras se encontraba en el trabajo, pero no ponía remitente, ni daba pista alguna, y él no esperaba ningún paquete.
Ya en su casa, cortó el envoltorio con las tijeras, dejando al descubierto una caja de plástico. La examinó y antes de abrirla, absudarmente, la agitó al lado de su oreja. La caja se abrió y de su interior cayó un objeto que fue a parar debajo de un armario. Se agachó, metió la mano debajo del mueble y a tientas encontró un objeto blando y un poco húmedo. Sintió algo de repugnancia. Tomó el objeto con dos dedos, tratando de tocarlo lo menos posible y en cuanto lo tuvo antes sus ojos lo soltó lleno de asco y horror.
Después se serenó, intentó convencerse de que se trataba de una broma y se agachó para observarlo más detenidamente. Pero no había manera de engañarse, era una oreja humana.
Incapaz de apartar los ojos de aquel órgano incongruente en medio de la alfombra, se tocó la venda que tenía en la cabeza. La herida había vuelto a sangrar.
Fue al bañó, destapó la herida y limpió cuidadosamente el lugar en el que debería estar su oreja izquierda.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El último día

Hoy era su último día. En unas pocas horas vencería el plazo que le habían dado un año atrás.
No estaba impaciente, sino triste; por momentos desesperanzado, pero la mayor parte del tiempo animado por la esperanza de que ella viniera a verlo. Era menor el temor o el deseo de continuar como hasta ahora que la pena que le causaba su ausencia prolongada, quizás, definitiva.
La mañana avanzaba gris, lluviosa y desapacible, pero ello no impedía que la gente fuera llegando, lentamente, al principio, y en pequeñas y constantes oleadas, después.
La tumba estaba en una esquina del cementerio en una zona un poco elevada que le permitía ver con facilidad la entrada y las personas que se acercaban hasta allí.
Contempló la lápida sucia y sin adornos. En la losa de mármol, que un día fue blanco, sólo quedaban las manchas que habían dejado las últimas flores barridas por el viento hacía ya mucho tiempo.
Más triste que una losa desnuda lo es una manchada con los rastros del olvido.
La tarde se precipitó casi de repente en una noche sin lluvia y con un viento helado que arrastraba sin clemencia las flores que habían adornado por unas horas los recuerdos, la tristeza o la costumbre.
Él miró su tumba por última vez antes de desaparecer para siempre en el olvido.

sábado, 30 de octubre de 2010

Otoño


Las temperaturas empezaban a bajar y por las noches ya no era agradable permanecer al aire libre. La lluvia volvía  aparecer con mucha frecuencia y ahora le molestaba y le complicaba la vida, pero, sobre todo, le irritaba recordar cuánto le gustaba ver llover desde la ventana de su casa.


Las hojas de los árboles revoloteaban por las aceras agitadas por un viento frío que atravesaba la ropa, la piel, la carne y helaba los huesos.


Las miradas de los transeúntes, que caminaban de prisa, absortos en sus preocupaciones, en su afán diario, reflejaban lástima, desprecio, aversión, hasta odio, pero rara vez pena o conmiseración.


Abrió el cartón de vino que tenía a su lado, dio un largo trago que pasó sin saborear y se limpió los labios con la manga de su chaqueta.


Alguna de aquellas miradas todavía lograba herirle un poco si la ración de alcohol no había sido suficiente. Todavía sentía temor y vergüenza cuando veía acercarse a alguna persona conocida que fingía, como él, no ver, no reconocer.


Eso era lo que más le dolía, lo que trataba de olvidar día tras día, trago a trago. Algún día él también había sido uno de ellos, aunque hacía tiempo que ya no recordaba cómo  había llegado a aquella situación.

martes, 26 de octubre de 2010

Sueños

El choque fue brutal, atrapado entre los hierros, no podía hacer ningún movimiento para salir del coche. Podía notar las convulsiones y, aunque no sentía ningún dolor, o quizás precisamente por eso, suponía que su estado podía ser muy grave.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que comenzó a oír voces a su alrededor, después las sirenas de los coches de policía o de las ambulancias, y también alguno de bomberos, porque pronto los vio por la ventanilla que tenía a su lado y que, sorprendentemente, se encontraba intacta. Le decían que estuviese tranquilo, que enseguida le sacarían de allí.
Pero él no estaba nervioso, sólo estaba asustado, muy asustado. Las voces cada vez eran más débiles y acababa de comprobar que tampoco podía hablar.
Notó, o creyó notar, no estaba seguro, cómo un líquido caliente corría por una de sus pantorrillas y el miedo empezó a transformarse en pánico. No sabía si era sangre o que sus esfínteres no funcionaban. Tampoco estaba seguro de cuál de esas dos posibilidades le preocupaba más.
La chapa del coche empezó a crujir mientras era cortada por la cizalla de los bomberos, pero él apenas oía ningún ruido…
Terriblemente angustiado y empapado en sudor se despertó sintiendo de inmediato el alivio de saber que todo era una sueño.
La habitación estaba oscura. Giró la cabeza a un lado y a otro buscando alguna rendija de luz que le orientara.
Sólo un segundo antes de que una enfermera entrara corriendo en la habitación, vio a la izquierda de la cama, un poco por encima de su cabeza, el monitor con la línea blanca horizontal.

martes, 19 de octubre de 2010

¿Por qué?

Paseaba por el cementerio, desierto como siempre a esas horas. Se entretuvo leyendo las lápidas, muchas con nombres conocidos: amigos, familiares más o menos cercanos, vecinos...

Por fin llegó, como cada anochecer, hasta la tumba de su esposa. Leyó la lápida que se sabía de memoria y se sentó en una esquina de la tumba.

¿Por qué ya no sentía la pena inmensa que le embargó durante los primeros años de ausencia?

¿Por qué la lágrimas ya no se escapaban de sus ojos sin permiso, como ocurrió durante tanto tiempo?

- ¿Por qué no vuelves a tu tumba y dejas de andar por ahí como alma en pena? - le recriminó dulcemente la voz de su esposa.

Ilusión

Creía estar tocando el cielo con las manos hasta que el mar lo engulló sin remedio.

sábado, 16 de octubre de 2010

Calles

Si no hubiese sido por él, Elena quizás no habría salido a flote, pero tuvo la suerte de encontrarlo y su vida cambió radicalmente. En la caja del supermercado se le iban las horas pensando, soñando, planeando el resto de su vida al lado de Iván. Su sonrisa despistada y su cara de ensoñación permanente había conquistado a la mayoría de las clientes, aunque alguna se quejaba de que era demasiado sosa, quizás porque no prestaba atención a sus cotilleos.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Ausencia

Regresaba de un corto viaje de apenas dos semanas y estaba ansiosa por llegar de nuevo a casa y contarle todas las cosas que había visto y que le hubiera gustado compartir con él.
Nada más abrir la puerta tuvo un sobresalto al ver los cuadros y los adornos tirados por el suelo y los muebles descolocados. Pensando que habían entrado a robar fue recorriendo las habitaciones y comprobando idéntico desorden.
De pronto cayó en la cuenta de que la puerta estaba cerrada con llave cuando llegó y que las ventanas seguían cerradas sin ningún signo de violencia.
Un pensamiento cruzó su mente y de inmediato se convirtió en pregunta:
- ¿No habrás sido tú? - dijo en voz alta.
Un ruido de cristales la sobresaltó. Se acercó al salón y vio los muebles desordenados, la mesa que debería ocupar el centro de la estancia apartada hacia una de las paredes y en su lugar los restos de varias copas hechas añicos.
- ¿Por qué? - preguntó, algo intimidada, mientras se volvía para abandonar la habitación.
Un ruido de cristales la hizo volverse. Los restos de las copas tiradas por el suelo se habían movido. Los observó detenidamente y enseguida comprendió. En el suelo podía leerse claramente: ¿por qué me dejaste solo?

sábado, 28 de agosto de 2010

Presencia

La veía andar por la casa en penumbra y  la notaba triste, abatida y con un aspecto  inusualmente descuidado.
Hacía varios días que sus hijos se habían ido y se había quedado definitivamante sola. Le prometieron volver - pensó - pero ellos tenían sus vida, sus familias, sus trabajos - los disculpó enseguida.
Estaba sentada ante el espejo del tocador cuando sintió un ruido a su espalda, se dio la vuelta y vio en el suelo el portarretratos en el que estaban las fotografías de sus tres hijos. Casi con vergüenza por su ocurrencia, dijo en un susurro:
- ¿Estás aquí?
El cuadro con su fotografía de recién casados se giró en la pared hasta quedar colgado por una de sus esquinas.
Las lágrimas desbordaron sus ojos al mismo tiempo que en su cara se dibujaba una gran sonrisa.
- Espero que aprendas pronto a comunicarte mejor - dijo en voz alta - o arruinarás nuestra casa.

lunes, 16 de agosto de 2010

Reproches

Estaba de pie ante él con los ojos arrasados en lágrimas. Pensó que sería fuerte, pero, en el último momento, sus nervios la traicionaron. Sin embargo, ya nada sería igual a partir de ahora; ya no habría más miedos, ni más risas; no habría más celos, ni más amor. El mundo sería más gris y menos amable; ya no habría más pasión.
Le dirigió una última mirada: su cara había dejado de parecerse a la del hombre que tanto había amado.
Antes de girarse por completo, no pudo evitar un último reproche: “¿por qué has tenido que hacerlo; por qué has tenido que morirte y dejarme sola?”

lunes, 9 de agosto de 2010

Daños colaterales

Nada más hacerlo comprendió que había cometido un grave error. Todavía tenía tiempo para evitarlo, o para evitar los efectos más graves, pero estaba paralizado por el miedo: tendría que dar explicaciones que no aceptarían y se convertiría en un traidor o en alguien en el que no volverían a confiar; quizás tendría que huir y esconderse de los suyos.
Esperó a una distancia que le permitiría observarlo todo con seguridad. Miraba impaciente el reloj por el que se arrastraban los segundos con una lentitud exasperante.
De pronto la vio aparecer, caminaba decidida en dirección al coche que él había dejado aparcado hacía sólo dos minutos. Desesperado, consultó su reloj. El tiempo volaba ahora imparable. En una décima de segundo, calculó el tiempo que faltaba, lo que tardaría en recorrer la distancia hasta el coche y lo que ella tardaría en llegar hasta allí. Tenía tiempo.
Pero no se movió. Tenía la vista fija en ella, la veía caminar decidida y alegre como solía hacerlo cuando se acercaba a él en alguna de sus citas. Y esperó absurdamente que ella se diera la vuelta y se alejara del peligro.
La explosión la borró de su vista. El ruido ensordecer dejó paso a los gritos, los llantos, las alarmas de los comercios y de los coches. Ante él sólo podía ver fuego y humo.
Comenzó a caminar alejándose de allí, sacó el teléfono móvil del bolsillo del impermeable, marcó un número de su agenda y dijo la frase convenida.
Mientras guardaba el teléfono pensó que esa tarde debería ir a buscar a Maite a su casa, como todas las tardes, para no levantar sospechas.

viernes, 30 de julio de 2010

Elección

Caminaba por la orilla dejando que las olas más atrevidas le bañaran los pies. Una tristeza infinita se había apoderado de él y aquella soledad, en contra de lo que se podría pensar, la hacía más llevadera.
Pero tenía que tomar una decisión: seguir caminando por la orilla y crecer hasta convertirse en un relato o, quien sabe, quizás en una novela o...
Lo decidió de pronto, giró noventa grados y se internó mar adentro.

domingo, 18 de julio de 2010

Reencuentro

Tenía los ojos claros, la piel blanca y el pelo rubio. Miraba de frente y quien no la conocía bien podría creerla altanera. Pero él no, él sabía bien cómo era y todavía le daba vértigo recodar su mirada franca y directa.
¿Por qué se había acordado de ella después de tanto tiempo?... Porque, de pronto,  la tenía de nuevo ante él, de nuevo su sonrisa alegre, su mirada clara. Junto a sus ojos y en la comisura de sus labios había ahora unas apenas apreciables arrugas que la hacían todavía más hermosa.
El autobús se detuvo y poco faltó para que él lo embistiera.
Salió de su ensimismamiento, maniobró con su coche y la dejó atrás, en aquella enorme fotografía que ocupaba toda la parte de atrás del autobús.
Con su inveterado optimismo quiso alegrarse por ella, porque parecía haber alcanzado lo que siempre quiso; pero no pudo evitar que la sonrisa se le congelara en el rostro.

viernes, 9 de julio de 2010

Dolor

Sintió el cuchillo hundirse en su carne y la sangre corriendo por su espalda, pero no sintió dolor hasta que se dio la vuelta y vio quien empuñaba el arma.

domingo, 4 de julio de 2010

Aniversario

Celebraban su cuarto aniversario y a los postres de la cena él le leyó un arrebatado poema de amor que había escrito para la ocasión.
Ella, con los ojos arrasados en lágrimas, le dijo que quería que se dieran un tiempo para replantearse su relación.
Él, con la generosidad que siempre había tenido con ella, le dio el resto de su vida.

Descubrimiento

Lo descubrieron por casualidad en 6.015 unos arqueólogos que trabajaban en las ruinas de internet del año 2.000. Fue un descubrimiento inesperado y que echó por tierra la teoría sustentada hasta ese momento, según la cual, en aquellos años, los humanos dominaban la técnica de la escritura, pero todavía no sabían construir frases inteligentes.

domingo, 24 de enero de 2010

Sonriendo

Siempre lucía una media sonrisa que aumentaba el aspecto afable de su rostro al que infundía tranquilidad y confianza. Parecía un hombre en el que se podía confiar.

Cuando expresaba alguna opinión especialmente dura de inmediato ampliaba su sonrisa, lo que desconcertaba a sus interlocutores. Por eso, cuando, finalmente, dictaba su cruel sentencia sus víctimas se encontraban por completo indefensas. 

miércoles, 6 de enero de 2010

Noche de Reyes

Se despertó aterido de frío. Los cartones y la ropa raída habían perdido la batalla contra el frío de aquella noche de Reyes en aquel pasadizo que apestaba a orines.

La tarde anterior había estado contemplando la cabalgata y recordando cómo disfrutaban sus hijos en esas ocasiones. No era capaz de recordar cuántos años había ido a verla con ellos y su mujer y no quería recordar cuántos años hacía que no los veía. Podría hacerlo, podría decir exactamente cuántos años, meses, semanas, días, minutos y segundos llevaba sin ellos, sin nadie.
Los gritos de los niños le habían recordado a los suyos ilusionados viendo aquel desfile maravilloso, preludio de la mañana en la que descubrirían si les habían dejado todo lo que habían pedido.

Si era emocionante observarlos nerviosos y excitados en la cabalgata, era aún mejor verlos asombrados, incrédulos y emocionados ante los regalos colocados bajo el árbol.

Pero un año todo se vino abajo de repente. Su empresa se declaró en quiebra y él se quedó sin trabajo. Los ahorros y el paro permitieron ir tirando unos meses, pero no fueron suficientes para impedir que su matrimonio se agrietara hasta llegar a la ruina total. Su mujer le quitó lo único que le quedaba, el amor de sus hijos y, aún no era capaz de explicarse cómo lo hizo, pero durante el proceso de divorcio consiguió mostrarlo como un hombre peligroso para sus hijos. Así que el juez creyó conveniente que los viera sólo una vez al mes y en un punto de encuentros en el que nunca podría estar a solas con ellos.

Esa situación duró apenas un año, hasta que la madre y los niños se trasladaron a Madrid y ya no pudo volver a verlos. Los siguió hasta allí, pero sin dinero y sin trabajo le resultó imposible localizarlos y pronto se convenció de que era mejor no hacerlo. ¿Qué podría ofrecerles? Era un mendigo que comenzaba a ser devorado por la gran ciudad.

Cuando terminó la cabalgata, se acercó al albergue donde sólo pudieron darle un bocadillo porque era ya tarde y no había sitio para pasar la noche. Entró en un supermercado, compró dos litros de vino que ayudarían al sueño a vencer el frío de la noche y la dureza del suelo y se encaminó hacia el pasadizo que le protegería del relente de la noche y le robaría otro trozo de la escasa autoestima que le quedaba.

Terminado el bocadillo, todavía tardó unos minutos en dormirse mientras daba cuenta del vino que le queda, con su cabeza ya empañada por las brumas del alcohol. Antes de dormirse pensó que su mejor regalo de Reyes sería un buen baño y una cama limpia y caliente.

Terminó de despertarlo un pequeño revuelo a su alrededor, varias personas hablaban sin que él pudiera entederles, pero sí pudo ver que algunas tenían uniforme de policía y que al fondo aparecían dos personas con una camilla. El pasadizo era iluminado a ratos por una luz amarilla que pronto descubrió que pertenecía a las luces de la ambulancia en la que estaban metiendo la camilla en la que le habían acomodado sin que pudiera siquiera protestar.

Obituario

  Lo vio en la edición digital del periódico local, su fotografía de al menos veinte años antes y a su lado la palabra obituario. No había d...