martes, 26 de octubre de 2010

Sueños

El choque fue brutal, atrapado entre los hierros, no podía hacer ningún movimiento para salir del coche. Podía notar las convulsiones y, aunque no sentía ningún dolor, o quizás precisamente por eso, suponía que su estado podía ser muy grave.
No supo cuánto tiempo pasó hasta que comenzó a oír voces a su alrededor, después las sirenas de los coches de policía o de las ambulancias, y también alguno de bomberos, porque pronto los vio por la ventanilla que tenía a su lado y que, sorprendentemente, se encontraba intacta. Le decían que estuviese tranquilo, que enseguida le sacarían de allí.
Pero él no estaba nervioso, sólo estaba asustado, muy asustado. Las voces cada vez eran más débiles y acababa de comprobar que tampoco podía hablar.
Notó, o creyó notar, no estaba seguro, cómo un líquido caliente corría por una de sus pantorrillas y el miedo empezó a transformarse en pánico. No sabía si era sangre o que sus esfínteres no funcionaban. Tampoco estaba seguro de cuál de esas dos posibilidades le preocupaba más.
La chapa del coche empezó a crujir mientras era cortada por la cizalla de los bomberos, pero él apenas oía ningún ruido…
Terriblemente angustiado y empapado en sudor se despertó sintiendo de inmediato el alivio de saber que todo era una sueño.
La habitación estaba oscura. Giró la cabeza a un lado y a otro buscando alguna rendija de luz que le orientara.
Sólo un segundo antes de que una enfermera entrara corriendo en la habitación, vio a la izquierda de la cama, un poco por encima de su cabeza, el monitor con la línea blanca horizontal.

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