martes, 30 de noviembre de 2010

Voces

La lluvia ya le había empapado la ropa y comenzaba a sentir mucho frío, cuando la voz le dijo “mátalo”. Miró a su alrededor, la calle estaba desierta  y sólo un rectángulo de luz, proveniente de una tienda, se proyectaba sobre la acera mojada. “Debes matarlo”, repitió la voz. Volvió a mirar a uno y otro lado hasta que, de pronto, vio al niño chapoteando en el charco con el paraguas abierto bajo el chorro de agua que caía desde el alero; se reía divertido mientras miraba a hurtadillas hacia el interior de la tienda.
“Mátalo”, oyó de nuevo.

La lluvia había cesado por fin, pero en su interior sentía la desazón de no saber si la próxima vez sería capaz de detenerla una vez más; ni siquiera estaba seguro de que quisiera hacerlo. Era demasiado grande, cada vez mayor, el esfuerzo que tenía que hacer para obedecer las instrucciones de aquella voz.

1 comentario:

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